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LEGALIZACIÓN DE LAS DROGAS 1940 MÉXICO.
El proyecto se había presentado meses atrás al gobierno de Estados Unidos, explicando a sus funcionarios que "era imposible acabar con el tráfico de drogas debido a la corrupción de la policía y de los agentes especiales, y por la riqueza e influencia política de algunos traficantes".
El cerebro detrás de esa medida fue el doctor
Leopoldo Salazar Viniegra, un respetado investigador médico que se desempeñaba
como director del Departamento de Salubridad Pública. Salazar Viniegra.
Argumentó ante funcionarios estadounidenses
"que sólo había una manera de frenar el tráfico de narcóticos en
México".
Era que el Estado creara un monopolio para la venta de fármacos prohibidos a los
drogadictos, a precio del costo para sacarlos de la influencia de los
narcotraficantes.
Sin embargo, Washington consideró las medidas de Salazar como un "peligro" para Estados Unidos y comenzó a cabildear ante el gobierno mexicano para que fuera removido de su cargo. Primero intentaron desprestigiar al funcionario, quien tenía estudios de medicina en la Sorbona de París y gracias a sus investigaciones como neurólogo y en la psiquiatría era considerado "el Pasteur mexicano".
En esa época realizaba una serie de investigaciones
para demostrar que la mariguana no era una droga adictiva, que era inofensiva
que no producía los daños que se le atribuían.
Para demostrar sus conclusiones, en una ocasión
distribuyó cigarrillos entre los miembros del Comité Nacional de Drogas
Narcóticas.
Sin que supieran que estaban hechos con mariguana.
Posteriormente escribió en uno de sus
reportes que "no sucedió nada anormal entre los fumadores".
Además,
él personalmente fumaba mariguana para que sus interlocutores observaran los
cambios en su conducta y se convencieran de que no sucedía nada
"anormal".
Salazar también había realizado estudios con alrededor de 400 presos mexicanos, a quienes les surtió gratis
cigarrillos de mariguana durante un tiempo; de esa manera sacó a los
narcotraficantes de las cárceles de la ciudad de México. Sus investigaciones
también se realizaron en el hospital psiquiátrico conocido como "La
Castañeda", donde laboró durante 14 años.
En ese manicomio repartía cigarrillos a los internos
para que fumaran la yerba en "grandes cantidades". Salazar afirmaba
"que la planta no era dañina para el ser humano y que nadie había perdido la
razón con su uso". Su plan consideraba legalizar su siembra y cobrar un
impuesto a los agricultores, como sucedía con el tabaco.
Sin embargo, Washington rechazó esas aseveraciones; sus diplomáticos
protestaron contra el plan del médico mexicano, el cual consideraron como
peligroso, ya que podría propiciar una "invasión" de droga desde la
frontera sur. No obstante, a pesar de la oposición de los diplomáticos estadounidenses, en México se autorizó
el nuevo reglamento, el 17 de febrero de 1940, el cual permitió a los médicos
proporcionar drogas a los adictos, principalmente morfina, a los precios que el
Estado mexicano pagaba por ella.
Un
funcionario del Departamento de Salud supervisaría la cantidad que se les suministraba. Los adictos deberían
estar registrados ante la autoridades, y con su número de registro
y una receta de su doctor podrían adquirir drogas en cualquier farmacia de
la capital del país. Sin embargo, los farmacéuticos no podían vender
drogas más allá de las autorizadas para
fines terapéuticos.
El Departamento de Salud también creó dispensarios
para atender a los
"toxicómanos, a quienes no
consideraba delincuentes sino enfermos".
En esas clínicas el adicto pagaba su dosis y se le
suministraba la droga cuando él la solicitara. El primer dispensario para drogadictos
comenzó a operar en la Calle Versalles del centro de la capital; a él acudieron
alrededor de 700 personas. Pagaban 20 centavos por la inyección, y entre 10 y
12 pesos por cinco dosis diarias. Salazar afirmó que gracias a ese dispensario,
Lola la Chata estaba perdiendo alrededor de 2 600 pesos diarios.
Los burócratas de Washington (verdadera Sede de La Cosa Nostra) cabildearon en
contra de Salazar con funcionarios mexicanos afines a su punto de vista, quienes
pronto se aliaron con ellos. Posteriormente gestionaron ante la Oficina Central
Permanente del Opio, con sede en Ginebra, para que impusiera un embargo de
medicamentos a México. Esa dependencia era la única responsable de autorizar a
ciertos países la siembra y producción de opio y morfina para fines médicos.
Productos que el gobierno mexicano compraba,
principalmente, en Inglaterra y Holanda, a pesar de que en Sinaloa existía una
gran siembra de amapola; no obstante, el país no podía procesar el opio para
crear sus propios medicamentos.
A los pocos meses el embargo comenzó a tener efecto,
y la principal firma farmacéutica de la República Mexicana, la empresa alemana
Casa Beick Félix y Cía., comenzó a resentir la escasez de narcóticos terapéuticos.
Harry A. Anslinger informó a el gobierno d Lázaro
Cárdenas que "el embargo sería levantado cuando México aprobara la
suspensión del reglamento".
Debido a las presiones de Estados
Unidos, el 3 de julio de 1940 el Diario
Oficial publicó "el Decreto que
suspende la vigencia del Reglamento Federal
de Toxicomanía".
La medida se justificó argumentando que debido a la
guerra en Europa había grandes dificultades para la adquisición de las drogas.
La diplomacia de Washington se había anotado un trascendental triunfo ante sus homólogos
mexicanos, enterrando la revolucionaria medida con la que se pretendía combatir
al narcotráfico en México. A partir de entonces regresó el modelo policíaco que
perdura hasta nuestros días.
Atentamente
Alberto
Lara Noriega
Presidente
“EL
SERVIR VOLUNTARIAMENTE ES UNA ESCUELA CREADORA DE CONCIENCIA”