Federación De
Profesionales Y Empresarios Democráticos
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Nos levantamos de buena mañana y
mientras nos duchamos, a nuestro alrededor hay todo un mundo que se mueve. A la
vez que nos enjabonamos, otras personas están haciendo cosas, aparentemente
independientes a nosotros. Cuando nos secamos el pelo, alguien está corriendo
porque llega tarde al trabajo, porque ayer salió de fiesta. Otra persona quería
subirse a un taxi, pero alguien se le adelantó. Al salir de casa, pasamos por
una cafetería que aún no ha abierto la máquina de café porque el encargado ha
estado un rato discutiendo con su pareja por teléfono. Y salimos apresurados en
busca de otra alternativa cuando escuchamos un frenazo de un taxi que no puede
evitar atropellarnos.
Sólo si una de
las cosas que sucedían mientras estábamos en la ducha hubiera sido de otra
manera, sólo una, puede ser que el taxi hubiera pasado de largo sin
atropellarnos. Incluso puede que ese taxi no hubiera pasado nunca. Pero siendo
como es la vida, un conjunto de contingencias, de causas y efectos, de
incidentes y accidentes, de circunstancias, cabe preguntarse con qué actitud
queremos afrontar esta realidad universal: ¡todo está conectado!
"Formamos parte de un todo,
pero nuestra primera decisión de cada día debe ser con qué actitud afrontamos
la existencia"
Nuestra realidad, constituida
fundamentalmente por átomos, no existiría si los valores de las constantes
físicas, como la gravitación, la masa del electrón o la interacción nuclear
débil, por ejemplo, fueran ligeramente diferentes de lo que son. Así es como
podemos descubrir dos puntos de vista bien distintos: que la vida es un azar o
que el universo y todo lo que existe en él es como debe ser, o se a, que todo
está bien.
“Lo que tú evitas sufrir, no lo hagas
sufrir a otros"
Ya no caben dudas de que en este
mundo todo está interconectado, todo está en relación con todo. "Toda la
materia del universo está conectada en el nivel subatómico a través de una
constante danza de intercambios cuánticos de energía. En el más básico de los
niveles, cada uno de nosotros es también un paquete de energía pulsante en
constante interacción con ese mar de energía".
Siendo así, lo que hacemos y lo que pensamos está influyendo
y a la vez es influido por el conjunto de la existencia. El todo nos afecta y
cada uno de nosotros afecta a ese todo, llamémosle universo, sociedad, país,
barrio, familia, relaciones y uno mismo. Eso nos debe hacer pensar si, entre el
Yo y la circunstancia, existe alguna separación
Aunque formamos parte de un todo,
cada día al levantarnos, no nos encontramos con ese todo, sino con sus partes,
con pequeñas proporciones de vida a las que decidimos prestar atención. Esto
significa que nos convertimos en el observador que da sentido de realidad a
nuestras experiencias. Ésa es nuestra primera responsabilidad. Ésa es la primera
decisión: ¿con qué actitud afrontamos la existencia?
Ante ese maremagno caótico de
azares, muchas personas escogen el papel de víctima. Ya que el mundo está lleno
de suertes e infortunios, pues ¡qué le vamos a hacer! Entonces la vida se
convierte en una barca que va según sopla el viento y en constante amenaza de
deriva. Los victimitas creen que lo que hagan o dejen de hacer no va a cambiar
las cosas y que, lo que tenga que suceder, sucederá, y por supuesto sucederá
siempre lo peor. Ante esta evidencia inamovible, según su punto de vista, no
cabe otro remedio que la queja o la resignación.
Otras personas, en cambio,
deciden que la única manera de sobrellevar tanta incertidumbre existencial es
controlándolo todo. No hay mejor manera de quitar incertidumbre que despejar
incógnitas, planificar al detalle y anticipar los movimientos ajenos para
evitar sorpresas emocionales. Con tal que todo ocurra según lo que tienen
previsto, los controladores fuerzan las cosas, fuerzan al tiempo, se fuerzan a
sí mismas y fuerzan por desgracia a los demás.
Por suerte nos queda, al menos,
una tercera vía: la de hacernos uno con el todo. Es decir, conjugar eso que
llamamos circunstancias con nuestra capacidad creadora. Es cierto que, lo
observe o no, ahí fuera existe un mundo de leyes físicas y de fenómenos
intangibles que capto a través de mis sentidos. Pero también es cierto que
quien enseña a los sentidos es el observador, es ese Yo que decide y que piensa
y siente sobre todo lo que le sucede. Por eso las cosas no son como son, sino
como somos.
Decía Séneca que la sabiduría
radica en saber distinguir correctamente dónde podemos modelar la realidad para
ajustarla a nuestros deseos, de donde debemos aceptar, con tranquilidad, lo
inalterable, o sea, lo que es. Pero aceptar no debe confundirse con resignarse.
Si algo nos hace creadores es la capacidad de transformar las cosas, no de
soportarlas. Y no puede haber transformación sin aceptación previa. Quien más,
quien menos ha intentado, sin éxito cambiar la naturaleza de las cosas y a los
demás. Lo intentamos hasta que nos damos cuenta de que, para crear, partimos de
lo que es y no de lo que debería de ser.
“Yo soy yo y mi circunstancia, y
si no la salvo a ella no me salvo yo". A mi modo de ver, las
circunstancias no son algo que ocurre a pesar del individuo, sino una realidad
relacional indivisible. No estamos en el mundo sino que el mundo está en
nosotros.
A menudo hago la siguiente pregunta: ¿aceptas que estás
viviendo la vida que has escogido vivir? Mucha gente cree que no porque algunas
decisiones de su vida no las han tomado ellas. Ocurren hechos que sin duda
condicionan nuestra vida, pero nunca la determinan. No podemos cambiar los
hechos, pero sí la manera en que nos relacionamos con ellos.
Si respondemos afirmativamente a
la pregunta, eso nos hace responsables, que no culpables, que es otra historia.
Yo soy mis circunstancias porque, de la relación que establezco con ellas, nace
una realidad. Y Yo seré eso y no otra cosa. Lo bueno es que mañana puedo
crearlo todo de otra manera. Eso sí, si no lo creo, no lo veo.
Atentamente
Alberto Lara Noriega
Presidente
“EL SERVIR
VOLUNTARIAMENTE ES UNA ESCUELA CREADORA DE CONCIENCIAS”
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